ENSAYO MARIA MAURNO


La guerra de los mil días, como conflicto social, está suficientemente ilustrada y analizada; sabemos, por ejemplo, sobre sus causas y consecuencias, las cuales parten de la intolerancia que reinado en nuestro país desde tiempo inmemoriales y la cual aún campea en las más altas esferas de la nación. Conocemos acerca de la pérdida del istmo de Panamá como consecuencia del endeudamiento que tuvo que hacer el gobierno para sofocar la revuelta presentada entre liberales y conservadores, la cual dejó miles de muertos, en su gran mayoría, personas inocentes, ajenas al conflicto.

La situación que vive nuestro país hoy en día no es muy diferente a la de aquella época; aunque los actores del conflicto aparentemente cambiaron, pues el gobierno dejó de ser mediador para convertirse en actor principal, y su oponente, la subversión, hoy denominada “terrorismo”, no se doblega ante ninguna circunstancia, los realmente perjudicados son los campesinos y el común de la población que no sabe qué hacer y que le toca vivir entre el sudor del desplazamiento y las lágrimas derramadas por las víctimas; como si fuera poco, el fenómeno del paramilitarismo se tomó el territorio nacional, y aunque se habla de su desmovilización, la verdad es que continúan vigentes en muchos rincones de la patria.

No cabe duda que los conflictos armados son un gran negocio para los vendedores de armas, para quienes suministran comida, medicinas, uniformes y entrenamiento militar, razón por la cual ellos hacen hasta lo imposible para que las confrontaciones se den, ese es su trabajo, de eso viven. Financiar una guerra no es nada fácil, pues se requieren muchos millones para adquirir armamento, municiones y demás elementos necesarios para el combate.

Los países que presentan crisis internas, como Colombia, tienen que apelar a préstamos y otro tipo de compromisos nacionales e internacionales para poder sufragar el costo de la lucha armada, lo cual se ve reflejado en el aumento de los impuestos existentes y en la creación de nuevos impuestos que permitan incrementar el poder adquisitivo del país y tener un respaldo ante la comunidad internacional. Colombia es uno de los países a nivel mundial que más dinero le invierte a la guerra, y en Latinoamérica ocupa el deshonroso primer lugar, capital que si se invirtiera en salud y educación nos catapultaría como uno de los países más desarrollados de la región. Pero eso no le interesa a los gobiernos de turno, al igual que en los departamentos y municipios, es preferible un contrato para comprar armas que nombrar médicos o docentes, pues el primero es un lucrativo negocio, mientras que el segundo solo deja bienestar social, progreso y desarrollo.

Si durante y después de la guerra de los mil días, los precios aumentaron 398.9%, las cosas no son muy diferentes en la actualidad. El IVA se mantiene en niveles escandalosos y cada año se incluyen más y más productos sin importar que hagan parte de la canasta familiar; el 3 por mil en lugar de desmontarse, se incrementó al 4 por mil; el impuesto al patrimonio está quebrando empresas en distintos lugares del país; los servicios públicos aumentan en forma desmedida varias veces al año; las altas tasas de interés de los bancos; ni se diga de la sobretasa a la gasolina o de los impuestos que se le cobran a los conciertos, a las ventas de alcohol y tabaco.

El panorama económico que vive nuestro país es bastante sombrío; no se vislumbra una solución a mediano plazo por ningún lado; el mismo presidente lo ha dicho: “la seguridad democrática es uno de los huevitos que puso la gallinita de su gobierno”, es el caballito de batalla para justificar la desproporción existente entre la realidad social y la visión del estado; es la gallinita de los huevos de oro que no pueden sacrificar a ningún costo, pues es por allí por donde la clase dirigente está desangrando el país.

¿Cómo me habría afectado la situación de inflación vivida en los años subsiguientes a la guerra de los mil días?

Considero que cualquier persona de esa época (1900) no notaría la diferencia si pudiera vivir en este tiempo; las políticas de estado son asfixiantes y tienden a empeorar; la situación económica no podría estar pero para las familias colombianas; el desempleo aumenta cada minuto; el desplazamiento, la violencia y la corrupción son flagelos que se fortalecen con el pasar de los días; la delincuencia aumenta en las ciudades y ahora en el campo. La pregunta sería entonces:

¿Será que una persona que vivió en la época de la guerra de los mil días podría adaptarse a la situación económica y social de nuestra época actual?


MARIA MAURNO PUERTA

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2 comentarios:

Equipotres11b dijo...

me parece un buen ensayo sin ningun error ortografico y ademas tiene coherencia felicitaciones Brayan Gonzalez

Agendas en la Web dijo...

Excelente texto, se nota la buena asesoría y el acompañamiento en el proceso de redacción.
Recomiendo que participes en el concurso del Banco de la República,
Felicitaciones.
Lourdes

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